En un pequeño pueblo rodeado de un gran bosque, vivían tres amigos inseparables: Leo el león, Mía la monita, y Rolo el ratón. A estos tres amigos les encantaba explorar y vivir aventuras juntos, pero un día, escucharon una historia sobre un laberinto mágico escondido en el interior del bosque.
—Dicen que nadie ha logrado salir del laberinto porque está lleno de desafíos y acertijos —dijo Mía, emocionada—. ¿Nos atrevemos a explorarlo? —¡Por supuesto! —respondió Leo con un rugido valiente—. Con nuestras mentes brillantes y trabajando en equipo, ¡podremos resolver cualquier desafío!
Rolo, aunque pequeño, era el más listo del grupo, y también estaba ansioso por poner a prueba su mente.
—Estoy listo —dijo Rolo, ajustándose sus pequeñas gafas—. ¡Vamos a descubrir qué secretos guarda el laberinto!
Así que, los tres amigos entraron en el bosque y pronto encontraron la entrada al laberinto. Era un gran arco cubierto de plantas trepadoras, y al cruzarlo, las paredes del laberinto crecieron muy altas y misteriosas.
El primer desafío que encontraron fue una puerta bloqueada con tres llaves de diferentes colores: rojo, azul y verde. Encima de la puerta, había unas palabras que decían: “Tres llaves, tres amigos, solo una abre el camino. ¿Cuál elegirás?”. —Debemos pensar —dijo Leo, rascándose la cabeza.
—¡Claro! —dijo Mía, señalando las llaves—. Somos tres amigos, y la puerta dice «solo una abre el camino». ¿Y si cada uno prueba una llave? Rolo, que había estado muy atento, notó algo. —Esperen, amigos —dijo Rolo—. ¡Miren la forma en la pared! Las plantas trepadoras alrededor de la puerta tienen hojas que forman un color especial. ¡Es verde! Debemos usar la llave verde.
Leo tomó la llave verde, la metió en la cerradura, y ¡clic! La puerta se abrió muy despacio. —¡Bien pensado, Rolo! —dijeron Leo y Mía a la vez. El siguiente desafío era un puente que se movía sobre un río de aguas rápidas. Había tres maderas para poder pasar por el puente, pero uno de ellos parecía estar débil.
—Solo podemos cruzar si sabemos cuál es la madera más fuerte —dijo Mía, mirando las cuerdas que sostenían el puente. Leo, siempre observador, notó un detalle. —¡Miren! —dijo Leo—. El tablón del medio tiene plantas muy pequeñas en las cuerdas. Eso significa que ha aguantado muchas lluvias y es el más fuerte. Debemos cruzar por ese.
Con cuidado, los tres amigos cruzaron el puente usando el tablón del medio, y al llegar al otro lado, todos respiraron calmados. Finalmente, llegaron al último desafío: una pared alta con palabras mágicas. Las palabras decían: “La salida está cerca, pero solo quienes sepan unir las partes llegarán al final”.
—¿Unir las partes? —se preguntó Mía, pensando en voz alta. Rolo, que siempre estaba lleno de imaginación, tuvo una idea rápida. —¡Ya lo sé! —exclamó Rolo—. ¡Las palabras en la pared son como un rompecabezas! Debemos leerlas en el orden correcto para formar una frase.
Leo y Mía ayudaron a Rolo a ordenar las palabras, y cuando las colocaron en el orden correcto, la pared comenzó a brillar y desapareció, mostrando la salida del laberinto. —¡Lo logramos! —gritaron los tres amigos, abrazándose felices.
Gracias a su inteligencia, lógica y trabajo en equipo, Leo, Mía y Rolo habían superado todos los desafíos del laberinto encantado. Y mientras salían de allí, sabían que siempre podían confiar en sus habilidades para resolver cualquier problema que pudiera existir.